Philippe Cyroulnik, 2009 ____________________________
Ernesto Riveiro por Philippe Cyroulnik.
Postface de "Les demeures du paraître". Edición del 19, Centre régional d’art contemporain de Montbéliard.
Ernesto Riveiro desarrolla una actividad multiple. Dibuja, pinta, a veces esculpe, o realiza lo que el llama ofrendas y ex-votos, ademas de sus objetos.
Con vestigios, botones, bulones, fragmentos de hueso o de metal, trozos de resorte o de madera, restos de sabana o cuerda , es decir con casi nada, fabrica « objetos ». O mejor dicho, les crea un rostro y de alguna manera, una identidad.
Una identidad fragíl, incierta, amenazada constantemente de ser absorbida por el objeto, al borde de la desaparicion. La presencia de este limite es lo que les hace ser lo que son.
Estes seres se oponen por su presencia, con modesta insistencia y terquedad discreta, a nuestra inclinacion natural a relegarlos en las estanterías de objetos usados.
Lo que los hace ser procede de un simple gesto- un punto, un clavo, o una arandela colgada – y tambien de algunas disposiciones.
Léonore por ejemplo, cuatros palitos y un toque de rojo: una marioneta anónima. Pero todo cambia con la incorporación de una conchilla, esta se vuelve el punto cardinal: Léonore fija su vista con una mirada intensa aunque indiferente. Un personaje que encarna esa paradoja de poder existir sin estar acaparada por las palabras o por los relatos.
En su relación con los objetos, Ernesto Riveiro se encuentra en un poco frecuente cruce de caminos : un área donde podrían encontrarse Marcel Duchamp y el Facteur Cheval. Un universo donde extrañas aventuras podrían seriamente ocurrirle a las cosas y a los objetos; como en los relatos de Borges o de Leopoldo Marechal. Un mundo donde los objetos podrían ser poseídos por una fuerza, una potencia benéfica o inquietante como en el chamanismo.
Riveiro es un artista que extrae su savia de la travesía entre las culturas y los tiempos. Sacó de Buenos Aires, de donde viene, una experiencia que expresa el lado oscuro, el aspecto mágico incluso metafísico de las cosas. A veces, de ellas podríamos evocar los lugares de De Chirico o los juguetes de Torres García. Las plazas donde se les podría cruzar o los objetos que podrían ser sus primos. Pero, más a menudo, son como los manas de los lugares que ocupan, o como algunos personajes de teatro, tan preocupados por una tarea misteriosa que ignoran el espectador.
Riveiro conoce perfectamente las prácticas del ensamblaje y del collage, que son propias de numerosas trayectorias salidas de la modernidad, de Cornell a Rauschenberg. Pero igualmente se interesa en las prácticas populares que atribuyen a los objetos de una carga simbólica, como en las prácticas votivas que encontramos en varios países de Latinoamérica. Se ha nutrido del genio, propio del sincretismo latinoamericano, de mezclar los rituales cristianos y amerindios. Hay en Argentina, país donde nació, una fuerte tradición de altares populares donde la presencia constante de esos objetos, hechos con cualquier cosa, hacen las veces de reliquias domesticas o comunitarias.
Ernesto Riveiro proviene de esta tradición hermenéutica y simbólica, que podemos encontrar en la literatura, que transforma las cosas simples en enigmas metafísicos. Que dota a los objetos mas anodinos de la atracción de una esfinge… y su disponibilidad a estar más allá y por encima de las cosas que nos rodean.
Sus objetos están presentes en el mundo en una tranquila indiferencia al ruido cotidiano.
Algunos lo están físicamente, otros acampan en los bordes con algo de “fantasmagórico”.
En la pintura y el dibujo, no se confina en un único territorio. Despliega un juego sutil donde se conjugan, en el espacio del cuadro, la mancha, el trazo y el color.
Los juegos de superposiciones o asociaciones que practica producen un espacio multifocal al límite de un paisaje o de un relato que se hace o se deshace a merced de la mirada. Los cruces de los trazos dan pasos a una sucesión de rejas que cavan así el espacio del cuadro.
Líneas y manchas van a hacer y deshacer unos contornos. En cierto modo, los colores van a encarnar, dar cuerpo a formas que se dan como aparición de formas, fantasmas de figuras.
El dibujo juega esencialmente con la combinación sutil entre el trazo y la mancha. Sus laberintos ribetean a merced de las inflexiones de la mano y del pensamiento. Excava su surco, serpentea sobre la hoja, o la segmenta hasta tomar cuerpo. Y hace surgir lo que sería un esbozo o un eco de una escena para una historia sin relato ni palabra. Pero puede también retraerse. Y replegarse sobre los ritmos ondulantes o entrecortados de un trazo que invade la superficie con sus movimientos y sus disonancias deseadas o aceptadas.
Es lo que produce la atracción de estos dibujos sobre el que los contempla. Suscitan un sentimiento simultáneo de familiaridad y de extrañeza: como un paisaje o una escena desgastada por el tiempo. O al contrario, cimentada en los repliegues de un laberinto de líneas que parecen exponerse a nuestra mirada para desbaratar y frustrar mejor la tentación de ajustarlas a una realidad posible.
Philippe Cyroulnik, 2009 ____________________________
Ernesto Riveiro por Philippe Cyroulnik.
Postface de "Les demeures du paraître". Edición del 19, Centre régional d’art contemporain de Montbéliard.
Ernesto Riveiro desarrolla una actividad multiple. Dibuja, pinta, a veces esculpe, o realiza lo que el llama ofrendas y ex-votos, ademas de sus objetos.
Con vestigios, botones, bulones, fragmentos de hueso o de metal, trozos de resorte o de madera, restos de sabana o cuerda , es decir con casi nada, fabrica « objetos ». O mejor dicho, les crea un rostro y de alguna manera, una identidad.
Una identidad fragíl, incierta, amenazada constantemente de ser absorbida por el objeto, al borde de la desaparicion. La presencia de este limite es lo que les hace ser lo que son.
Estes seres se oponen por su presencia, con modesta insistencia y terquedad discreta, a nuestra inclinacion natural a relegarlos en las estanterías de objetos usados.
Lo que los hace ser procede de un simple gesto- un punto, un clavo, o una arandela colgada – y tambien de algunas disposiciones.
Léonore por ejemplo, cuatros palitos y un toque de rojo: una marioneta anónima. Pero todo cambia con la incorporación de una conchilla, esta se vuelve el punto cardinal: Léonore fija su vista con una mirada intensa aunque indiferente. Un personaje que encarna esa paradoja de poder existir sin estar acaparada por las palabras o por los relatos.
En su relación con los objetos, Ernesto Riveiro se encuentra en un poco frecuente cruce de caminos : un área donde podrían encontrarse Marcel Duchamp y el Facteur Cheval. Un universo donde extrañas aventuras podrían seriamente ocurrirle a las cosas y a los objetos; como en los relatos de Borges o de Leopoldo Marechal. Un mundo donde los objetos podrían ser poseídos por una fuerza, una potencia benéfica o inquietante como en el chamanismo.
Riveiro es un artista que extrae su savia de la travesía entre las culturas y los tiempos. Sacó de Buenos Aires, de donde viene, una experiencia que expresa el lado oscuro, el aspecto mágico incluso metafísico de las cosas. A veces, de ellas podríamos evocar los lugares de De Chirico o los juguetes de Torres García. Las plazas donde se les podría cruzar o los objetos que podrían ser sus primos. Pero, más a menudo, son como los manas de los lugares que ocupan, o como algunos personajes de teatro, tan preocupados por una tarea misteriosa que ignoran el espectador.
Riveiro conoce perfectamente las prácticas del ensamblaje y del collage, que son propias de numerosas trayectorias salidas de la modernidad, de Cornell a Rauschenberg. Pero igualmente se interesa en las prácticas populares que atribuyen a los objetos de una carga simbólica, como en las prácticas votivas que encontramos en varios países de Latinoamérica. Se ha nutrido del genio, propio del sincretismo latinoamericano, de mezclar los rituales cristianos y amerindios. Hay en Argentina, país donde nació, una fuerte tradición de altares populares donde la presencia constante de esos objetos, hechos con cualquier cosa, hacen las veces de reliquias domesticas o comunitarias.
Ernesto Riveiro proviene de esta tradición hermenéutica y simbólica, que podemos encontrar en la literatura, que transforma las cosas simples en enigmas metafísicos. Que dota a los objetos mas anodinos de la atracción de una esfinge… y su disponibilidad a estar más allá y por encima de las cosas que nos rodean.
Sus objetos están presentes en el mundo en una tranquila indiferencia al ruido cotidiano.
Algunos lo están físicamente, otros acampan en los bordes con algo de “fantasmagórico”.
En la pintura y el dibujo, no se confina en un único territorio. Despliega un juego sutil donde se conjugan, en el espacio del cuadro, la mancha, el trazo y el color.
Los juegos de superposiciones o asociaciones que practica producen un espacio multifocal al límite de un paisaje o de un relato que se hace o se deshace a merced de la mirada. Los cruces de los trazos dan pasos a una sucesión de rejas que cavan así el espacio del cuadro.
Líneas y manchas van a hacer y deshacer unos contornos. En cierto modo, los colores van a encarnar, dar cuerpo a formas que se dan como aparición de formas, fantasmas de figuras.
El dibujo juega esencialmente con la combinación sutil entre el trazo y la mancha. Sus laberintos ribetean a merced de las inflexiones de la mano y del pensamiento. Excava su surco, serpentea sobre la hoja, o la segmenta hasta tomar cuerpo. Y hace surgir lo que sería un esbozo o un eco de una escena para una historia sin relato ni palabra. Pero puede también retraerse. Y replegarse sobre los ritmos ondulantes o entrecortados de un trazo que invade la superficie con sus movimientos y sus disonancias deseadas o aceptadas.
Es lo que produce la atracción de estos dibujos sobre el que los contempla. Suscitan un sentimiento simultáneo de familiaridad y de extrañeza: como un paisaje o una escena desgastada por el tiempo. O al contrario, cimentada en los repliegues de un laberinto de líneas que parecen exponerse a nuestra mirada para desbaratar y frustrar mejor la tentación de ajustarlas a una realidad posible.